[Artículos] No me judas satanas!! - Popular 1 Sept. 97 - Joan Crawford

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sentinela
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[Artículos] No me judas satanas!! - Popular 1 Sept. 97 - Joan Crawford

Mensaje por sentinela » Jue 01 Dic, 2005 13:26

No me judas satanas!! – Popular 1 Septiembre 97

"25.000 niñas han sido bautizadas con el nombre de Joan este año. La mitad como tributo a mi, y la otra mitad por Juana de Arco. ¿No es maravilloso?".
Joan Crawford. 1940


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Bonita frase. Pocas personas en el mundo se habrían atrevido a formular semejante comentario sin temor a quedar en ridículo. Pero nuestra protagonista no tenía complejos en lo que al ego se refiere. Sí enumerásemos a las criaturas mas asquerosamente egomaníacas y egoístas de la histona de la humanidad, ella, la divina Joan Crawford, probablemente ocuparía un lugar destacado de la lista. Fue sin lugar a dudas la estrella de cine por excelencia, la actriz más ambiciosa y más volcada en el culto a su persona que ha pisado la tierra. Mientras otras de sus contemporáneas se quitaban la máscara de "movie stars" como mínimo de vez en cuando y trataban de comportarse como seres humanos. Joan se empeñaba en ejercer de mega-estrella a todas horas. Marilyn se sentía agobiada a menudo con la responsabilidad efe satisfacer a los fans. Greta Garbo aseguraba no importarte en absoluto el cine y cuando una situación no era de su agrado rápidamente amenazaba con volver a Suecia, Bette Davis disfrutaba siendo actriz, no estrella de cine, Jean Harlow necesitaba ser una persona normal cuando no estaba delante de una cámara. Todo esto le resultaba incomprensible a Joan Crawford. Para ella, la adoración de sus seguidores y el glamour de Hollywood eran las cosas más importantes de la vida. Y, con una actitud así, es fácil imaginar la enorme cantidad de anécdotas escabrosas que generaría a lo largo de su carrera. Hablar de Joan Crawford es hablar del Hollywood mas majestuoso y decadente que ha existido. Olvidad a las patéticas Sandra Bullocks de este mundo y retroceded la mirada a los días en que ser una estrella de cine significaba marcar distancias con el resto de los terráqueos hasta el punto de comprar casi la inmortalidad.

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Incluso su rival más dura, la incombustible Bette Davis, llegaría a admitir con el paso del tiempo que Joan Crawford había sido la estrella de cine definitiva. En concreto declaró: "Ella es, la personificación de la Estrella de Cine, Su mejor Interpretación es Crawtord haciendo de Crawford" Todo en su vida estuvo relacionado con el divismo y la grandilocuencia de Hollywood; hasta cuando parecía comportarse como una persona real de carne y hueso, estaba actuando. Vino al mundo para eso, para transformarse en la emperatriz del cine, y sólo la enfermedad y la muerte le arrebataron su reinado.

A diferencia de otrás legendarias actrices. Crawford llegó a lo más alto siguiendo los métodos más sucios, o en otras palabras: chupando una polla detrás de otra. Pero no por ello vamos a restarle méritos a su carrera. Lo que importa es que cuando por fin alcanzó la cumbre, pocas estrellas pudieron equipararse a ella en cuestión de grandeza y glamour.

Escaló puestos a base de revolcones con ejecutivos cinematográficos, rodó incluso algunas películas pomo, y tras conseguir ver realizados lodos sus propósitos, utilizó el sexo del mismo modo que aquéllos que habían accedido a ayudarla a cambio de unos cuantos polvos, y Joan Crawford se transformó en la gran ninfómana de Hollywood. Cada nueva promesa masculina que pasaba por Metro Goldwyn Mayer, acababa en la cama de Miss Crawford. Su historial de follones de sexo con celebridades es tan espectacular como el del mismísimo Howard Hugnes e incluye a Clark Gable. John Wayne, Glenn Ford. Spencer Tracy, Yul Brynner, Franchot Tone, Kirk Douglas, Cary Grant, Tyron Power, Johnny Weismuller y hasta algún adolescente, corno el actor Jackie Cooper, que a sus diecisiete añitos fue invitado por la diosa Joan a visitarla una tarde cualquiera, y acabó fornicando con la estrella, tras ser convenientemente bañado y perfumado (una regla de oro en el Reino Crawford). Tal como también le ocurriera a Howard Hughes, la poderosa Joan contemplo con impotencia cómo algunas presas no caían bajo sus garras, pese a poner en práctica hasta el último de sus recursos; aunque la verdad es que consiguió a la mayor parle de los hombres que quiso. El tipo que se comportó con ella de un modo más grosero, rechazando sus invitaciones con una mala hostia hasta entonces desconocida por Crawford fue, como no, el gran Marlon Brando, cuya irrupción en Hollywood dejó tan impresionada a la estrella como a cualquier otra mujer de la época. En principio, el rudo Brando no se ajustaba en absoluto al modelo efe hombres que perseguía Joan, pero tras verle en "Un tranvía llamado deseo" se encaprichó inmediatamente de él, y le envió un telegrama que rezaba. "Cuando quieras puedes pasarle por mi casa y aparcar tu moto en la puerta". El mensaje era claro y directo, pero Brando no estaba interesado en viejas glorias de la era dorada del cine (cuando el actor debutó, Joan ya llevaba varias décadas reinando) Sin embargo, el silencio de Brando no calmó las ansias de Joan, y le comunicó al agente del actor que tenia un papel para él como amante suyo en una película, y esta vez sí, Brando respondió ¡y de qué manera!, su contestación fue sangrante. "En estos momentos no estoy interesado en rodar películas del estilo madre-hijo", una cruel burla que Joan no le perdonaría jamás. También se ha creído siempre que Joan Crawford tenía inclinaciones lésbicas, aunque no hay pruebas que lo confirmen. Según los rumores, es posible que llegase a acostarse con Marilyn Monroe, y hay indicios suficientes como para creer que se sentía atraída por Bette Davis, algo que añade más morbo si cabe a la fascinante relación entre ambas actrices En una ocasión, años después de la muerte de Crawford, un periodista le preguntó a Bette sí su rival en la pantalla y en la vida mostró tendencias lésbicas con ella, a lo que esta respondió: "¿Si Joan era lesbiana?, ¡Dios! ¡yo que sé! ¡nunca dejé que se acercase lo suficiente a mi como para comprobarlo!", una contestación típicamente Bette Oavis.

Con lesbianismo de por medio o no, lo que es innegable es que Joan Crawford desarrolló una enfermiza fijación con la figura de Bette Davis, una extraña mezcla de odio, atracción, respeto, animadversión, etc., que culminaría duran le el rodaje de los dos únicos films que las reunieron en un mismo plato: "¿Qué fue de Baby Jane?", uno de los mejores títulos en las filmografías de ambas, y "Hush... Hush, Sweet Charlotte", que terminó en desastre total, con Olivia De Havilland sustituyendo a Joan a última hora, cuando la tensión entre ella y Davis se hizo insoportable. La fuente de anécdotas que relaciona a estas dos leyendas cinematográficas es interminable. Se odiaron como no se han odiado otras dos mujeres en la historia del cine, y por suerte plasmaron todas esas malas vibraciones en la magistral "¿Qué fue de Baby Jane?". Como bien sabe cualquiera que conozca a fondo el mundo del cine, ciertas películas son mucho más que simples pedazos de ficción; ahí tenemos por ejemplo "Niebla en el alma" y "The Misfits", dos films en donde podemos contemplar a la verdadera Marilyn Monroe, con los rasgos que caracterizaban su personalidad. Pues bien, algo similar ocurre con "¿Qué fue de Baby Jane?", una película en la que no sólo vemos a dos personajes enfrentados, sino también a las dos actrices que los interpretaron. La única diferencia que existe entre el guión de ese film y la historia real de Bette y Joan es el hecho de que ambas eran Baby Jane fuera de los platos, las dos eran igual de perversas y dañinas.

El detalle que pone de relieve de una forma más contundente la naturaleza venenosa de Joan es la turbia relación que mantuvo con sus hijos, un aspecto de su vida ampliamente publicitado gracias al escandaloso libro "Mommie Dearest", escrito por su hija Christina. que dio lugar también a una película titulada de igual modo y protagonizada por Faye Dunaway. Las revelaciones de Christina eran tan duras que Dunaway, fan a muerte de Crawford, batalló contra ejecutivos y productoras hasta lograr el papel, ya que, según contó en su día, prefería ser ella quien mostrase el lado terrible de Crawford, porque al menos lo haría con cando y no se ensañaría más de la cuenta. El film no deja en muy buen lugar al mito Crawford, pero no es ni más ni menos que el reflejo de la realidad. Joan ejerció de auténtica torturadora con sus hijos, sometiéndoles a castigos físicos y psicológicos que sorprenden tratándose de una figura publica como ella.

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Lo que se suele decir en estos casos es que este tipo de comportamiento es el resultado de una infancia desgraciada, y por lo que respecta a Joan, parece que la vieja teoría se confirma. Su niñez en San Antonio (Tejas) fue triste y sórdida: abandonada por su padre, internada siempre en colegios, sometida a una dura disciplina y, para colmo, con historial de abusos infantiles de por medio. Parece ser que a la edad de 4 anos era manoseada a menudo por pederastas que conocían a su familia. Nunca sufrió una violación completa, pero era víctima de todo tipo de abusos.

La pérdida de la virginidad le llegó a la tierna edad de 13 años, y de ahí en adelante ya no dejó jamás de montárselo con tipos. Vivía con su madre y las dos se repartían los hombres. Al cabo de un tiempo comenzó a bailar en antros de mala muerte y se casó con el saxofonista James Welton; un matrimonio que, evidentemente, duró lo mínimo. Las ambiciones de Billie Cassin, que era el nombre real de Joan, iban mucho más allá de la tranquila vida conyugal. Así que eligió un nuevo nombre, Lucille LeSueur, y probó fortuna como actriz porno. De las dos pelis X que rodó Joan, su futuro marido Douglas Fairbanks Jr. compraría todas las copias de una, pero la otra seguiría circulando por el mundo hasta nuestros días.

Su carrera hacia el máximo estrellato, ya bajo el nombre definitivo de Joan Crawford, se inició en el despacho del ejecutivo de Metro Goldwyn Mayer Harry Raff. Podemos decir abiertamente que el pene de ese hombre fúe el gran descubridor de esta futura Reina de Hollywood. Tras unas cuantas sesiones de sexo después del trabajo, Raff coló a Joan como actriz del montón en MGM. En los siguientes tres años, Joan trabajó duro para subir de nivel dentro del gigantesco estudio: fueron 13 películas las que tuvo que rodar sin que nadie advirtiese nada especial en ella, y por supuesto, la actriz pasó por la cama de cada nuevo director, en un intento desesperado por triunfar a base de polvos, ya que por la vía standard las cosas no parecian ir demasiado bien. Tuvo dos abortos y estableció una relación más o menos fija con el mafioso Frank Orsatti, que se encargaba de hacer trabajos sucios para el todopoderoso Louis B, Mayer (daba palizas a los enemigos del cineasta, le proporcionaba alcohol y mujeres, etc.). Decepcionada por lo lento que se estaba desarrollando todo en su escalada hacia la fama, Joan optó por volver a bailar en clubs, lo cual le permitió empezar a saborear una cierta popularidad. Pero la gran oportunidad para ella llegaría con el film "Our Dancing Daughters", en donde se las arregló para poner calientes a todos los líos de la nación. La respuesta del público fue tan entusiasta que MGM le ofreció un nuevo contrato mucho más lucrativo. Cuentan que ese repentino éxito elevo el ego de la actriz hasta el infinito, y durante varios días se dedicó a fotografiar las fachadas de los cines en donde figuraba su nombre. Lo había conseguido, América acababa de enterarse de quién era Joan Crawford, aunque aquéllo naturalmente sólo era el principio.

Sus primeros días como actriz de peso dentro del entramado de MGM fueron movidos. Joan no se había amoldado a su nuevo status de estrella, y en pocos días fue arrestada tras atropellar a una chica con su coche e intentar darse a la fuga, y fue citada en dos casos de divorcio por ser la causante de la ruptura de ambos matrimonios. Ese tipo de publicidad era impensable en el Hollywood de entonces, y Louis B. Mayer la citó en su despacho y le dijo claramente que si pensaba seguir por ese camino estaba despedida. Joan comprendió la gravedad del asunto, y cambio por completo de actitud de un día para otro. Estaba decidida a someterse a todas las reglas del estudio y a ser la actriz modelo, el ejemplo viviente de lo que debe ser una profesional. Dejó de fumar para no parecer tan viciosa, suavizó su lenguaje hasta rozar el ridículo (ya no se refería al acto sexual con las expresiones habituales, "follar" o "joder". para ella un revolcón era "ir al cielo"), cortó con ciertas personas, se hizo amiga del futuro marido de Jean Harlow, Paul Bern, un tipo culto y sofisticado que podía guiarla en la jungla del cine, y eligió como novio oficial al actor Douglar Fairbanks Jr., famoso por su exquisita educación. El romance se publicitó de un modo increíble en la prensa, formaban la clásica pareja de cuento de hadas. Juntos aparecieron en el film "Our Modern Maidens", un buen truco de MGM para aprovechar su publicidad rosa, y no tardaron en formalizar su relación en el altar, para regocijo de los amantes de los cotilleos. La construcción del mito Crawford ya era imparable, lo tenía todo, la publicidad gratis, el maridito perfecto, el apoyo de MGM y una nueva dentadura que modificó la expresión de su cara y le dio un aspecto más "classy". Sólo necesitaba codearse con actores consagrados en una superproducción y su puesto entre los más grandes ya estaría asegurado. "Grand Hotel" se convirtió en ese trampolín que necesitaba para alcanzar la gloria.

MGM pretendía reunir en dicho film a sus estrellas más deslumbrantes: Greta Garbo, Clark Cable, Buster Keaton. John Gilbert... y le habían reservado también un pequeño papel a Joan. Era el sueño de su vida: trabajar junto a su mayor ídolo. Greta Garbo. Había crecido admirando a Mary Pickford, pero en esta etapa de su vida, la Garbo y en menor medida Marlene Dietrich eran sus máximos puntos de referencia. Como es lógico, una película de estas características, con estrellas tan cotizadas, crea problemas desde el principio. Garbo fue la primera en poner dificultades: bajo ningún concepto trabajaría con John Gilbert, ya que habían sido amantes en el pasado y no le daba la gana de volver a tropezarse con él. Tan pronto como la diva pronunció su clásica frase ("Me voy a Suecia"). Mayer se meó en las bragas y expulsó a Gilbert sin contemplaciones. El elegido para sustituirle fue John Barrymore, uno de los pocos actores a quienes Greta Garbo respetaba. El siguiente obstáculo sería el personaje que debía encarnar Clark Gable: la edad del actor no se ajustaba a las necesidades del guión, era imprescindible buscar a un tipo más maduro, y se quedaron con Wallace Beery. Tercer problema: Joan no estaba de acuerdo con la poca importancia que le habían concedido a su personaje en el film, pero teniendo en cuenta que esa iba a ser su segunda película importante, no podía exigir demasiado, y accedió a hacer lo que le pidieron. Era diciembre de 1931. empezaba para el estudio la ardua tarea de tratar que las delicadas personalidades de las estrellas no colisionasen entre sí.

Joan esperó con unas ansias incontenibles el primer día de ensayos, ya que en teoría iba a conocer a la Garbo. Pero claro, en el mundo de Greta Garbo las cosas se desarrollaban de una forma bastante particular y el concepto de 'ensayos", por ejemplo, perdía toda su validez, de modo que Joan no tardó mucho en enterarse de que Miss Garbo no asistiría a ningún ensayo. Y por si eso fuera poco, además estaba previsto que la intocable actriz rodase sus secuencias sola o exclusivamente con los actores que iban a trabajar con ella, y el estudio había tenido que ceder ante la negativa de Garbo a posar junto al resto de estrellas del film en las fotos promocionales. Eso suponía un contratiempo bastante molesto para Joan, ya que no compartía ni una sola escena con la diva y es posible que ni tan siquiera llegase a verla en persona en lodo el rodaje. Las exigencias de Greta Garbo se divulgaron justo en ese primer día de ensayos. Joan llegó envuelta en ropas glamurosas y cargando con su estúpido perro Woggles (en el Hollywood de los años 30, las estrellas y las que aspiraban a serio tenían por costumbre llevar siempre un patético "chucho bajo el brazo; era una especie de símbolo, y Joan, claro está, no iba a ser la excepción). Para su sorpresa, al traspasar las puertas del estudio, descubrió con horror que era la primera en llegar (otra regla de oro: una estrella nunca llega la primera, eso es una flaqueza; una estrella debe llegar la última y obligar a los demás a que esperen su entrada triunfal) Contrariada por su mala planificación horaria, aparcó al perro donde pudo y contempló cómo iban personándose sus compañeros de película Lionel Barrymore John Blarrymore, Wallace Beery... todos menos la fantasmagórica Garbo. Y así fue cómo se desarrolló todo el rodaje: Joan vio a diario a los Barrymore, Beery & Co.. y se quedó con las ganas de entablar relación con su ídolo. La amistad con gente de la calaña de Joan Crawford era algo que no entraba en los planes de Greta Garbo, y sus tácticas para esquivar a quienes no deseaba conocer eran infalibles. Garbo era la única actriz del film que rodaba después de comer, cuando ya no quedaba nadie en el estudio. Tenia por costumbre llegar de incógnito y hacía su trabajo con la mínima gente posible a su lado.

El estreno de "Grand Holel" estuvo rodeado de la grandilocuencia típica de aquellos días. ¡25 000 personas se tiraron a la calle para celebrarlo! Asistieron invitados de lujo corno Jean Harlow, Clark Gable o Marlene Dietrich, y obviamente Garbo no dio señales de vida. La actitud esquiva de la actriz se había publicitado tanto que en la ceremonia del estreno Wallace Beery se disfrazó como ella y le dedicó una pequeña parodia, simulando que estaba harta de lodo y regresaba a Suecia.

A estas alturas, el matrimonio de Joan y Fairbanks empezó a venirse abajo. La disciplina paramilitar con la que conducía su vida la actriz era inaguantable para quienes la rodeaban. Había pasado de ser un putón descerebrado a ceñirse a unas reglas inquebrantables, como si su trabajo no terminase jamás. Solía organizar fiestas en su casa, pero a las 9 en punto despedía a todos los invitados -actores y actrices en su mayor parte- para que pudiesen acostarse pronto y estar frescos en la siguiente jornada laboral. Era un tipo de vida que no convencía ni en broma a Fairbanks, un tipo que se tomaba las cosas con mucha más calma y para quien su carrera no era lo primero. Joan se despedía del mundo cada noche a las 10 en punto, ni un minuto más, ni un minuto menos, y obligaba a su marido a hacer lo mismo. Por otra parte, surgieron infidelidades en la pareja: Fairbanks se acostaba a escondidas con una extra y Joan mantenía un calenturienta relación con el mismísimo Clark Gable.

La conexión entre Gable y Crawford era total. Los dos disfrutaban plenamente con el sexo, eran de orígenes humildes y se aferraban a la higiene como si les fuese la vida en ello. Gable se duchaba vanas veces diarias, usaba distintos trajes a lo largo de un mismo día, le gustaba perfumarse y se depilaba los sobacos como si fuese una modelo (¡). Joan era más fobiosa aún: nunca usaba una taza de water si no la limpiaba antes personalmente, se lavaba las manos a todas horas, no salía de casa sin guantes, jamás aceptaba un cigarrillo de alguien si no había abierto ella el paquete y solía limpiar su mansión de arriba a abajo aunque prácticamente no hubiese suciedad. Ambos habían coincidido como extras, años atras, en una película titulada "The Merry Widow", pero en aquel entonces no llegaron a conocerse. Cuando por fin conectaron fue en el rodaje del film "Dance Fools Dance", y durante una larga temporada se revolcaron a gusto en el camerino móvil que tenía Joan en los estudios de MGM. Por lo visto, Fairbanks, que no tardó en divorciarse de ella, no llego a enterarse nunca de lo sucedido, pero la mujer de Gable sí que se dio cuenta y le exigió a Louis B. Mayer que acabase con esa relación o estaba dispuesta a montar un escándalo. Dicho y hecho: Mayer le advirtió que si seguía viendo a Crawford podía despedirse da su carrera de actor, y Gable cortó con ella sin pensárselo dos veces. La ruptura con Clark Gable fue un simple contratiempo para Joan, nada serio. En pocos días ya tenia otro tipo a su lado; el "high class" Franchot Tone, protagonista de los sueños húmedos de Jean Harlow y Bette Davis que aspiraban a agenciárselo corno novio oficial. La que parecía tener más posibilidades de conseguirlo era Bette, ya que estaban rodando juntos una película titulada "Dangerous", pero con la aparición en escena de la depredadora Crawford, tanto Bette como Harlow tuvieron que olvidarse de él. La imprevisible Joan apareció un buen día en medio del rodaje del film, como recién salida del infierno, le presentaron de forma oficial a Bette Davis, y allí mismo anunció que iba a casarse con Tone. Semejante revelación dejó a Bette sin habla, y esta claro que fue ése el momento que marcó el inicio de su legendaria enemistad. Para Joan, Bette Davis todavía no era nadie. Ella llevaba el estilo de vida de una gran estrella, y Bette sin embargo todavía no había triunfado, ni parecía tener el físico necesario para lograrlo. Pero Bette por el contrario si que sabia perfectamente quién era Crawford, y no podía sentirse más lejana a ella.

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El romance entre Joan y Tone, tal como ocurriera antes con Fairbanks, generó mucha publicidad. Se repelía de nuevo la misma historia: hubo boda y la prensa rosa ganó otra parejita de cuento de hadas, aunque el populacho sabia muy bien qué papel ejercía cada uno en esa relación; una rima de la época dedicada a ambos que corría de boca en boca, decía así. "He gave her class and she gave him ass" ("Él le dio a ella clase, y ella le dio a él el culo"). algo absolutamente cierto. Fuera de las cámaras de los fotógrafos, sin embargo, Joan también les daba el culo a otros, como Spencer Tracy, con quien salió una temporada. Con él rodó el film "Mannequin" y se lo montaron juntos hasta que Spencer empezó a beber fuerte y Joan le abandonó. Otro con el que lo habría tenido fácil para follar hasta desfallecer era el salido de Howard Hughes, pero curiosamente no llegaron a hacer sexo ni una sola vez. Howard le ofreció una fortuna a cambio de una simple cita, pero Joan no aceptó, y además declaro lo siguiente a la prensa: "Howard se follaría a un árbol si pudiese". Quizá Howard Hughes era un tipo demasiado fácil para ella.

Sus siguientes films la colocaron en una posición difícil dentro del panorama de Hollywood. De pronto parecía haber perdido su magnetismo de cara al público. Películas como el drama "The Gorgeous Hussy", "Love on the Run" junto a Gable, "The Bride Wore Red", o el musical "Ice Follies of 1939", con James Stewart, pasaron bastante desapercibidas. Y su vida personal tampoco funcionaba demasiado bien; como era previsible, el divorcio de Franchot Tone no tardó en llegar. Pero la existencia de Joan Crawford era una eterna sucesión de altibajos, y tras varios malos tragos siempre obtenía una sorpresa agradable. Surgió la posibilidad de rodar una película titulada "The Women" con la mujer mas influyente e impórtante de MGM. Norma Shearer, esposa de una de las figuras clave del estudio (Irving Thalberg) y Joan volvió a sentirse excitada. Era el momento idóneo para humillar y destronar, a ser posible de forma definitiva, a Shearer. Ademas, en la película tendría que enfrentarse a otras actrices igualmente competitivas, come Paulette Godard, Rosalind Russell y Joan Fontaine. Entre todas, lucirían la impresionante cifra de 237 vestidos diferentes a lo largo del film, y joyas valoradas en una fortuna. Joan estaba en su elemento, mirara hacia donde mirara solo vería odio y glamour, ¡la vida a veces es bella!. El director George Cuckor fue el encargado de controlar semejante polvorín, pero le resultó imposible aplacar la agresividad y la violencia de Joan hacia su rival Norma Shearer. Cada vez que Joan tenía que darle la réplica a Shearer sin que las cámaras la enfocasen, evitaba el contado visual con ella, algo que creaba muy mal ambiente y enfurecía a la veterana actriz. Por supuesto no se dirigían la palabra y la tensión entre las dos era constante. Tanto mal rollo provocó también alguna escenita muy cómica, como la ocasión en que ambas llegaron a la vez al estudio con sus respectivos coches, y se dedicaron a dar vueltas por los alrededores, confiando cada una en que fuese la otra quien aparcase el vehículo primero (la vieja regla de oro una vez mas: una estrella nunca debe ser la primera en llegar). Alargaron tanto el numerito que Cuckor se vio obligado a salir en su busca y obligarlas a aparcar, o habrían terminado perdiendo ese día de rodaje. La experiencia fue tan dura que, tras finalizar el film, Norma Shearer abandonó el cine. La perversa Joan había ganado otra batalla.

Con Shearer fuera de la circulación, Joan ya podía dedicarse en cuerpo y alma a pelear contra Bette Davis quien de la noche a la mañana había alcanzado un status envidiable en el negocio y se había situado en un lugar destacadísimo dentro de la lista negra de Joan. Sus pequeños enfrentamientos personales comenzaron a ser una constante. La noche de fin de año de 1939, por ejemplo, el actor Basil Rathbone organizó una fiesta benéfica en su casa, e invitó a las dos actrices. Joan se presentó custodiada por cinco gigolós y esperó en una mesa la llegada de su odiada Bette. La entrada de Davis fue muchos menos espectacular: apareció sola y cuando se dirigía nacía la barra. Joan le gritó: "Bette, cariño, únele a nosotros!!". Bette se limito a ignorarla y le comentó a un camarero: "Cristo, ¡qué zorra tan ridícula!". Curiosamente, tras varios desplantes de este estilo, Joan empezó a sentirse más interesada de lo normal por Bette Davis. La odiaba, por supuesto, era su mayor enemiga, pero también sabía apreciar su talento y desarrolló una fijación extraña con ella: veía a menudo sus films en casa y hablaba bien de ella en la prensa, a pesar de que en el fondo deseaba destruirla. Su obsesión con Davis fue creciendo poco a poco, y Joan trató de entablar una relación personal con ella, pero ninguno de sus intentos por fijar una cita llegaron a buen término. Bette simulaba que Joan Crawford no existía y rechazaba cada una de sus invitaciones. Según cuentan quienes las conocieron en la época, Joan envidiaba el tálento interpretativo de Bette, y Bette se sentía frustrada por no tener el sex-appeal de Joan.

Fue en esta época cuando Joan Crawford tomó la decisión de convertirse en torturadora de menores. De pronto sentía el deseo de comprarse un par de hijos del mismo modo que antes había comprado chuchos, y consiguió dos victimas bastante apetitosas: una niña, Christina, y un niño, Christopher. Los dos llegaron al hogar de mama Crawford por cauces ilegales. Concretamente fue el capo mafioso Meyer Lanski quien le consiguió los cachorros, saltándose el incómodo papeleo y los años de espera. Siguiente paso: obtener un padre, como es lógico, y a ser posible de la forma mas rápida y artificial, Joan planificó varios mini-romances con importantes actores y los examino a conciencia para averiguar si sabrían hacer el papel de padres. Primer candidato: Clark Cable, que acababa de perder a su esposa Carole Lombard. Un gran semental pero no lo suficientemente manejable como para caer en las garras de Joan de forma permanente. Antes de que nuestra manipuladora favorita pudiese darse cuenta. Cable ya se había alistado en el ejercito Era necesario seguir buscando. Probó con una joven promesa. Glenn Ford, pero le pareció demasiado vacío y poca cosa, y después de tirárselo unas cuantas veces se deshizo de al. Quizá el duro John Wayne podría ser el hombre indicado. Nada, tampoco la convenció. Se acostaron varias veces juntos y en el sexo funcionaba bien, pero Joan no veía en el a un buen padre. Un tal Philip Terry, también actor, seria el elegido. Se casaron en septiembre de 1942.

Llegó la 2* Guerra Mundial, y Joan dio toda una lección de hipocresía, uniéndose desinteresadamente a la causa. Entre sus buenos actos hay que citar la tarde que pasó en la esquina de la 5' Avenida con la calle 52. en NYC, recolectando donativos; las ganancias de su film "All Kissed the Bride", que cedió para la Cruz Roja: y su idea de organizar barbacoas en su propia casa para soldados cada domingo por la tarde. Aunque lo de las barbacoas no llegó a cuajar, en su primera reunión con sudorosos combatientes casi se queda sin casa y algunos incluso intentaron llevársela a la cama, así que decidió cancelar las restantes barbacoas: a partir de ese momento seguiría trabajando para la causa, pero de una forma menos "directa".

Paralelamente a su supuesta labor humanitaria, Joan comenzó a adquirir prestigio como actriz. Algunos críticos ya no la veían sólo como una estrella glamurosa, sino como una actriz seria y respetable films como "Susan and God" y "A Woman's Face", en donde aparecía con el rostro desfigurado, la ayudaron a acortar la distancia que la separaba de la cada vez más encumbrada Bette Davis. Pero algo fallaba. En MGM había demasiada competencia: Katharine Hepburn, Hedy Lamarr, Ava Gardner, Lana Turner... Ese detalle y la sensación que tenía Joan de que no se la tomaba en serio dentro del estudio, dieron lugar a su sorprendente huida de MGM, algo inaudito en un caso como el suyo, después de haber pasado lantos años relacionándose con Louis B. Mayer casi como si fuese un padre. Pero más sorprendente aún fue el destino que eligió para iniciar la siguiente etapa de su carrera: ¡Warner Brothers!, ¡el hogar de Bette Davis!.

Ni que decir tiene que Bette encajó muy mal la noticia. Ahora tendria que aguantar la persecución y el acoso permanente de psycho-Joan en su propio lugar de trabajo. Nada mas llegar, Crawford exigió que le diesen el camerino que estaba situado justo al lado del de Bette Davis, agobio a su ídolo-rival con ramos de flores e inesperados regalos diariamente (Bette los devolvió todos), y en un alarde de arrogancia sin límites, propuso protagonizar un film titulado "Ethan Frome" junto a Bette, sin éxito alguno. Sus tácticas para acercarse al Planeta Davis no producían ningún resultado satisfactorio. Joan era corno un satélite tratando de colarse en el sistema solar de la diosa Bette, pero no había manera de encontrar la forma de llegar hasta ella. Lo curioso de todo esto es que, a nivel popular, las dos actrices eran igual de grandes, y Joan debería sentirse superior, porque había triunfado antes, pero a pesar de ello no le importaba rebajarse a sí misma para ganarse el respeto de su rival. Crawford estaba dispuesta a hacer cualquier cosa a cambio de unir su nombre al de Bette en las fachadas de los cines, pero la idea de trabajar con un estrellón egomaníaco como Joan Crawford no atraía a Bette en absoluto. Y puesto que el capricho imposible parecía cada vez más lejano, ¿dónde descargaba Joan su mala hostia?, pues en casa con sus hijos, ¡donde sino!.

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Conforme iban creciendo sus retoños, la carcelera Crawford extremaba más y más su disciplina. Los dos niños tenían orden de llamarla "queridísima mama", cada cosa que obtenían -un regalo, unas vacaciones- se la tenían que ganar previamente porque su dulce mami no quería malcriarlos si se portaban mal les sometía a duros castigos (en una ocasión llegó a atar a su hija a una ducha y otras veces la encerraba en ármanos durante horas)... Se comportaba como una desequilibrada con ellos, pero nadie tenia el valor suficiente como para llamarle la atención. Su marido Philip Terry era un idiota calzonazos, que cuando se hartó de humillaciones y broncas simplemente se divorcio, pero jamás salió en defensa de los niños. En el palacio de la emperatriz Crawford las cosas se hacían a su manera. Allí estaba ella, caminando como una demente de una habitación a otra arrastrando unas campanillas, para que los criados supiesen en qué lugar de la casa se encontraba en cada momento, y hablando sin parar desde alguno de sus 26 teléfonos (¡26!). Tanto drama personal y tanto desequilibrio mental, paradójicamente, la benefició en su trabajo, ayudándola a adquirir más profundidad dramática. Ya se sabe que las vidas complicadas dan muy buenos resultados artísticos. Joan se estaba conviniendo en una bruja y gracias a ello encaraba cada nuevo personaje con una mala leche tremenda. Eso le ocurrió con la película "Mildred Pierce" -en opinión de algunos, el mejor papel de su carrera- que impacto hasta a la propia Bette Davis. Su interpretación fue tan brillante que la obsequiaron con un merecido Oscar. Además, en ese film el director Michael Curtiz experimentó con las luces y las sombra, creando indirectamente un nuevo género cinematográfico: el "film noir".

La buena racha de películas no cesó, y el público pudo disfrutar con títulos interesantes como "Humoresque", "Possessed", "Flamingo Boad" o "The Damned Don't Cry". El terror también siguió marcando las vidas de Christina y Christopher, quienes, muy a su pesar, veían a una 'queridísima mamá" cada día más colérica. Cuando Joan descubrió que su hijo vendía fotos a autografiadas de ella en el colegio. casi lo borra del mapa. Aunque no era necesario que el chaval cometiese faltas demasiado graves para recibir castigos ejemplares al estilo medieval. Una vez cometió el error de encapricharse de unos dulces y mamá le coloco una bolsa de golosinas delante y le obligó a comérselas todas de un tirón, para que se diese cuenta de lo malo que era el dulce; Joan veía cómo el crío se iba poniendo verde progresivamente, pero no encontraba motivo alguno para suspender el castigo: si era necesario que enfermase para aprender de una vez por todas lo que no debía hacer en la vida, tenía que someterle a esa "pequeña" reprimenda. Y efectivamente el niño pasó un par de días bastante averiado. No hará falta decir que Joan se consideraba a si misma como una buena madre, y de hecho, cuando Christina y Christopher todavía eran unos críos, adoptó a dos desafortunados niños mas. Los hombres habían pasado a un segundo plano, sólo los usaba para el sexo, no aspiraba ya a encontrar un padre perfecto, y parecía decidida a volcarse ella sola en la educación de sus hijos, lo cual era un verdadero castigo del averno para los indefensos infantes.

Los tipos con los que salía eran siempre gigolós que debían acatar todas sus ordenes. La clásica cita con Joan Crawford se desarrollaba siempre de una forma muy rutinaria: el mamón de turno aparcaba su coche en el garaje de la diva, y ella se lo llevaba a cenar a algún club de moda, en uno de sus coches. Una vez allí, el gigoló tenía prohibido hablar con la prensa, si les tomaban fotos debía posar mirando a Joan (el don nadie nunca podía fijarse en las cámaras, eso quedaba reservado para ella), y dentro no se le permitía bailar con otras mujeres, pero si Joan se encaprichaba de otro tío y entablaba una conversación con él. el acompañante debía retirarse discretamente y esperar en una esquina a que la Reina le hiciese una indicación. Después, volvían a casa, follaban, y el tipo abandonaba el lugar, mientras Joan iba a echar un vistazo a los niños. El trabajo del gigoló finalizaba cuando volvía a su casa y recibía una llamada de Joan, para asegurarse de que se iba a dormir solo y no acababa la noche en la cama de otra. Por supuesto, sus amantes eventuales podían engañarla si querían, el hecho de que contestasen a la irritante llamada telefónica de Joan no les impedía volver a salir después si les daba la gana, pero Joan se quedaba más tranquila de esta manera. Uno de esos gigolós de una noche fue nada menos que Kirk Douglas, quien recuerda la extraña cita como algo totalmente impersonal y nada memorable: salieron a cenar y, a la vuelta, follaron en el suelo de la mansión, en la misma entrada. Fue un polvo rápido y silencioso, y a su término, Joan le enseñó a los niños mientras dormían y se despidió de él. Douglas salió de esa casa sin saber muy bien qué había pasado, y desde luego no le quedaron muchas ganas de repetir.

El hombre que la dirigió en el film "The Damned Don't Cry", Víncent Sherman, trabajo con ella en sus dos siguientes películas, "Harriel Craig" y "This Woman Is Dangerous", e inevitablemente tuvo que satisfacerla también en la cama, aunque tras su tercera película juntos, la relación llegó a su fin. Yul Brynner sustituirla a Sherman como amante más o menos permanente de Joan durante una temporada, y tras él vendría el célebre gigoló Porfirio Rubirosa, especialista en lamer chochos multimillonarios como el de Eva Perón. El avispado Rubirosa trató de chulear a Joan, haciéndole saber, con muy buenas palabras, que esperaba algún jugoso regalo de ella. Eso era algo que sacaba de sus casillas a la actriz. Nadie, absolutamente nadie, podía dejarle tan claro en su presencia que follaba con ella por dinero. Su venganza fue muy original: le tejió un calcetín (una de las grandes pasiones de Joan Crawford, aunque parezca mentira, era una actividad tan poco glamurosa como el ganchillo), y tras follar una última noche con él, se largó mientras el tipo dormía, dejándole el citado calcetín como obsequio. Rubirosa descubriría a la mañana siguiente, asombrado, que el calcetín en cuestión tenía las mismas dimensiones que su polla.

Por aquel entonces tuvo lugar el desagradable episodio con Brando. La película que Joan le había reservado era "Sudden Fear", pero cuando el actor se la quitó de encima de una forma tan espectacular, Joan no tuvo más remedio que conformarse con un tipo que no la atraía en absoluto: Jack Palance. Y, como es de suponer, Palance no se comportó exactamente como un gentleman con ella; cada vez que besaba a Crawford delante de las cámaras, le metía la lengua hasta la garganta, y la actriz estallaba en cólera. Claro que ella tampoco era mucho más fina con quienes estaban por debajo suyo, no en vano había creado una productora cinematográfica, y tenia por costumbre tirarse a cada nuevo actor que contrataba.

Otro de los iconos de los años 50 que atrajo a Joan de forma especial fue Marilyn Monroe. En su primer encuentro, Joan le comentó: "Eres muy guapa, querida, pero no sabes una mierda de ropa", y la invitó a que se pasase por su casa días después para probarse algunos vestidos. Marilyn admiraba enormemente a Crawford y se sintió halagada con la invitación. La cita fue muy curiosa; Joan le regaló un vestido y le pidió que se lo pusiese, entonces Marilyn, con su naturalidad habitual, se quitó el que llevaba, y Joan sufrió un auténtico shock al descubrir que la voluptuosa rubia no usaba ropa interior. Lo que pasó a partir de ahí lo desconocemos, pero por insinuaciones de una y otra se cree que llegaron a acostarse juntas, aunque es algo que nunca sabremos con seguridad. Lo que si sabemos es que Joan no tardó mucho en incluir a Marilyn en su lista negra. Cuando la convoco a una de sus fiestas y Marilyn rechazó la invitación, Joan le declaró la guerra y la destripó en la prensa. La declaración más famosa que le dedico, decía así: "Mis tetas no tienen nada de malo, pero no voy por ahí tirándoselas a la gente a la cara"; una indirecta que hacia referencia a los famosos escotes de Marilyn. Mejor suerte corrió el tonto de Rock Hudson. Pese a saber que era un blando y que le atraían bastante más los tíos que las mujeres. Joan decidió follárselo. En su único encuentro, Joan sonrió maliciosamente y le comento: "Piensa que soy Clark Gable y todo Irá bien" (Gable era el gran ídolo de Hudson).

La década de los 50 supuso un punto de inflexión en la carrera de Joan Crawford. El inicio del declive estaba cerca. Muchas de las nuevas estrellas no eran de su agrado. Odiaba a Liz Taylor, a quien denominaba Princesa Mocosa, deseaba matar con sus propias manos a Brando... Y Hollywood tampoco se portaba bien con ella: cada vez la invitaban a menos fiestas y los buenos papeles empezaban a escasear. Joan trataba de olvidar su realidad bebiendo vodka, un tipo de alcohol que era muy practico para ella, ya que no se detectaba a través del aliento y la permitía pasar el día entero medio borracha sin que nadie se diese cuenta. A menudo daba vueltas a la deriva con su coche por California y se acostaba con desconocidos en moteles. Una de esas noches estuvo a punto de acabar en tragedia, cuando un tipo le dio una paliza; Joan estaba tan alcoholizada que ni siquiera se entero si había sido violada o no.
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sentinela
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Mensaje por sentinela » Jue 01 Dic, 2005 13:27

Su carrera revivió fugazmente con el film "Johnny Cuitar", aunque Joan no disfrutó nada haciendo esa película. Su dependencia del alcohol era muy fuerte, y pidió que le trajesen 29 cajas de vodka a Arizona, el lugar en donde se rodaba el film tanto para ella como para el equipo, la experiencia fue un infierno Joan aborrecía a su compañera de reparto, Mercedes McCambridge, y la maltrató hasta que la chica tuvo que ser hospitalizada por agotamiento. Cuando un periodista le preguntó a McCambridge cual era la causa de su repentina enfermedad, ella respondió con ironía: "Crawforditis". El mal ambiente que se vivió durante el rodaje no impidió que la película triunfase en algunos lugares. El público americano la acogío con indiferencia y la mayoría de los fans de Crawford se escandalizaron al ver a la actriz con una pinta tan masculina, pero en cambio en Francia el film fue un éxito. El gran problema que encontró Crawford en los 50's. fue el profundo cambio que se produjo en la industria cinematográfica Los estudios dejaron de proteger a las estrellas y las dejaron a merced de los periodistas, de cineastas sin escrúpulos, etc. Por primera vez, cualquier escribiente de tres al cuarto se permitía el lujo de atacar a toda una Joan Crawford, y las ofertas de trabajo escaseaban de forma alarmante para actrices como ella o Bette Davis. La antigua Reina de Hollywood pronto se dio cuenta de que debía cambiar de mentalidad para sobrevivir, y decidió aceptar films de bajo presupuesto o producciones extranjeras, como el thriller "Female on the Beach", que se rodó con muy poco dinero, o la película británica "The Story of Esther Costello". Corrían malos tiempos para Joan Crawford a nivel laboral, pero en su vida personal, por el contrario, recibió uno de los mayores golpes de suerte de su vida. Acababa de cruzarse en su camino un ángel de la guarda que le proporcionaría seguridad económica hasta que abandonase este mundo, su nombre. Alfred Steele, presidente de Pepsi-Cola. Joan se las arreglo para llevarlo al altar y, bueno, a partir de ese momento, la que fuera Emperatriz del cine se transformó en Emperatriz de Pepsi. Los anuncios de dicho refresco los empezó a protagonizar ella, le asignaron un puesto de importancia dentro de la empresa y su cuenta bancaria alcanzó limites de locura. El matrimonio duraría poco, ya que el pobre hombre moriría de un ataque al corazón, a la edad de 57 años, en 1959, pero para entonces Joan ya se había asegurado un buen futuro. Los directivos de Pepsi le hicieron saber que, con su marido muerto, ella ya no pintaba nada allí, y debería abandonar las oficinas de la empresa, pero seguiría cobrando el dinero que le correspondía, sin embargo Joan pronunció otra de sus frases históricas "No jodáis conmigo. He luchado contra tiburones más grandes que vosotros", y nadie fue capaz de echarla.

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Al cabo de un tiempo, el golpe de suerte que había tenido en su vida personal, se repitió en su carrera, en forma de película destinada a ser recordada para siempre como un clásico absoluto. Había llegado el ansiado momento de trabajar con Bette Davis. El proyecto de "¿Qué fue de Baby Jane?" empezó como una iniciativa de la propia Joan. La actriz le hizo saber al productor y director Bob Aldrich que deseaba rodar un filrn con Davis a cualquier precio, y Aldrich le mostró el libro de "Baby Jane". Emocionada, Joan fue a ver a Bette al Royale Theater de Broadway, en donde estaba protagonizando una obra teatral. Cuando Bette vio a su eterna enemiga entrando en su camerino, casi sufre un colapso nervioso, pero escuchó lo que tenia que decirle y no dio crédito a sus oídos cuando Joan le hizo saber que tenia en sus manos la película perfecta para que trabajasen juntas (años después, Bette comentaría que en aquel momento pensó: "Esta mujer esté llena de mierda"). Teniendo en cuenta que la carrera de Bette también atravesaba momentos delicados, accedió a leerse el libro y valorar la viabilidad del proyecto. Y electivamente se dio cuenta enseguida de que ahí tenían la película idónea para establecer un duelo interpretativo mortal. Su comentario fue: "Puede funcionar. Todo está ahí: la cursi Joan y la loca Bette".

Sin perder más tiempo, la maquinaria se puso en marcha. Bette estaba en una posición privilegiada, ya que no era ella quien había tratado de convencer a los demás para hacer film, y exigió que su nombre figurase por encima del de Crawford en los créditos y que la pagasen más dinero. El acuerdo al que llegaron fue el siguiente: Bette recibiría 60.000 dólares y el 10% de las ganancias del film, y Joan tendría que conformarse con 30.000 dólares y el 15% de las ganancias. Era el verano de 1962 y el film tendrían que rodarlo a lo largo de seis semanas con un presupuesto limitado. Jack Warner, jefazo de Warner Brothers, dijo que no invertiría ni un centavo en "esas dos viejas zorras", y solo aceptó encargarse de la distribución, mientras la película era financiada par la productora independiente Seven Arts. Era una situación triste, dos estrellas que en el pasado habían sido tan poderosas, ya no lograban interesar ni siquiera a los grandes estudios con los que habían trabajado, y no tenían más remedio que soportar la humillación de rodar en Producers Studio. un sórdido agujero en donde se fabricaban cutrísimas películas de Serie B. Pero nada de eso importaba si la película triunfaba después.

Se organizó un encuentro con la prensa para la firma del contrato, y empezó la guerra entre las dos divas. Bette se sentó en el lado derecho de la mesa. para que cuando se publicase la noticia su nombre apareciese primero en los pies de fotos. Pero Joan se dio cuenta inmediatamente de la maniobra, y permaneció de pie a su derecha, desmontándole así todo el truco. La tensión y las escenitas delirantes se trasladaron a los ensayos: Joan improvisó unos llantos durante las pruebas de vestuario, y Bette comentó: "Es increíble, la zorra puede llorar por encargo". Lo más interesante de esos ensayos fue el diseño de la imagen de Baby Jane, personaje que interpretaría Bette. Le buscaron un vestido esperpéntico y, como broma privada entre el equipo, le dieron una peluca que había lucido Joan años atrás en un film de MGM. Bette no llegó a darse cuenta de ese detalle, y rodó el film con la vieja peluca de Crawford.

El primer día de rodaje debería haber sido plasmado en un documental. Joan se presentó acompañada por un chófer, un peluquero, un maquillador. una secretaria, un agente de prensa y una criada que cargaba con una nevera portátil llena de Pepsis. Bette, obviamente, llegó sola. Los camerinos de las dos actrices eran exactamente iguales, y estaban muy separados, para que no hubiesen roces entre ellas. Pero Joan se quejó nada más llegar: faltaban luces y hasta que ese contratiempo no fuese subsanado, no rodaría. De modo que tuvo que venir un carpintero para instalarle más lámparas. Bette, mientras tanto, observaba muy entretenida todo el proceso. El eterno acoso con que agobiaba Crawford a su rival, se reanudó ese mismo día. cuando la obsequio con varios regalos, una costumbre que enfermaba a Davis. Cuando Joan repitió el numerito en una siguiente ocasión, Bette le agradeció el detalle por carta y le pidió por favor que no lo volviese a hacer. Sus relaciones en el estudio eran simplemente correctas. No tenían más remedio que soportarse, y debían ir con cuidado para no liar una bronca monumental que acabase con la película. Aunque cada noche las dos asqueaban a Bob Aldrich por teléfono, torturándole con llamadas de una o dos horas, para quejarse del comportamiento de su rival. Bette estaba furiosa, porque Joan actuaba con demasiada pasividad y no le daba pie para hacer grandes exhibiciones de histeria. Por otra parte, Bette opinaba que Crawford no era creíble en su papel de Blanche Hudson, ya que se empeñaba en aparecer delante de las cámaras con buena imagen, y eso era lo último que alguien podía esperar de una mujer inválida que vivía recluida en una habitación. El asunto de la imagen causó muchos problemas. La primera vez que Joan se vio caracterizada como Blanche Hudson rompió a llorar, de repente se sentía vieja y fea, lo que no había asumido en su vida privada, debía asumirlo frente a una cámara; era un trago duro. Durante toda la primera semana, Joan vagó por el estudio con rostro de angustia, soltando lágrimas aquí y allá. La situación adquirió un tono tan surrealista, que Bette llegó a preguntarle si se sentiría mejor interpretando el personaje de Baby Jane, pero Joan contestó escandalizada: "¡No! ¡Baby Jane es el doble de fea!" Y la verdad es que no iba nada desencaminada, no en vano la propia Bette también lloró cuando le mostraron su nueva imagen en un espejo. Hay que tener en cuenta que ambas actrices habían sido consideradas sex-symbols en el Hollywood de los años 30 y 40. y resultaba muy doloroso para ellas verse con ese aspecto. Lo peor para Bette fue comprobar el efecto que causaba su imagen en la gente de la calle, cuando tuvo la desafortunada idea de comer en un restaurante que había cerca del estudio. Como es lógico, no tenía tiempo de quitarse el maquillaje y cambiarse de ropa, así que salía al exterior con su look de Baby Jane, y todos los que se cruzaban con ella la miraban con horror. La experiencia fue tan incómoda, que tras vanos días de amargos choques con el mundo real optó por quedarse a comer en el mismo estudio.

La actitud de Joan Crawford durante los días de trabajo sacaba de quicio a Bette. Nuestra encantadora Emperatriz de Pepsi tenía por costumbre arrebatarle a escondidas su bebida a todo aquel que osase tomar Coca-Cola, y antes de que la gente pudiese darse cuenta ya les había colocado un botellín de la dichosa Pepsi. Ella misma bebía Pepsi continuamente, aunque Bette sostenía la teoría de que su compañera llenaba sus botellas de vodka. Otro problema lo constituían los hijos de ambas. Christina y Christopher visitaban de vez en cuando a su "queridísima mamá" en el estudio y coincidían con la hija de Bette. B.D., pero tenían prohibido relacionarse con ella Joan llegó a decirle a la propia B.D. que no se atreviese a hablar con sus hijos, porque podía "corromperlos".

El comportamiento de Bette Davis con respecto a Joan era menos paranoico, pero también protagonizó salidas de tono divertidas. En una ocasión, Joan había concedido una entrevista para TV, y se trajo una tele al estudio para ver la grabación en diferido, pero justo en el momento de iniciarse el programa. Bette decidió ponerse a vociferar como una loca la canción que interpretaba en la película ("I've Written a Letter To Daddy"), hundiendo así la experiencia egomaníaca de Joan, que a duras penas pudo escucharse a sí misma en TV. Aunque mucho más escabroso que este tipo de escenitas fue el rodaje en sí. Hubieron momentos de verdadero mal rollo. En la secuencia en que Baby Jane sorprende a Blanche hablando por teléfono y le da una paliza, los golpes, en su mayor parte, fueron reales. Usaron un maniquí en algunos momentos, pero Bette también se quedó a gusto golpeando a la Crawford de carne y hueso. Aunque ésta tuvo ocasión de vengarse en la secuencia en la que Baby Jane tiene que arrastrar el cuerpo de Blanche. Para ponérselo más difícil a Bette, Joan coloco bajo su vestido un cinturón lleno de pesos, y cuando llegó el momento de rodar. Bette se dejó la vida arrastrando su cuerpo. Pero la travesura no acabó ahí, Joan se aseguró también de que tuviesen que repetir la secuencia varías veces: en cada toma, Joan cometía algún error a propósito, como por ejemplo abrir los ojos, y a su enemiga no le quedaba más remedio que cargar con ella y con los pesos una vez más. Cuando finalizaron la secuencia, cuentan quienes lo vivieron en directo, que Bette Davis, totalmente desencajada, gritó: "¡Dios! ¡mi espalda!". La parte mas polémica del rodaje, sin embargo, fue la secuencia final de la playa. Se fueron a Zuma Beach, y Joan añadió más volumen a sus tetas y se retocó el maquillaje, desobedeciendo así las indicaciones del director. Bette comentó en su día que cuando se tuvo que colocar encima de los pechos de Joan, se sintió como si estuviese sobre dos balones de fútbol.

El calor se le hacía insoportable a Crawford a causa de todo el vodka que se metía a diana en el cuerpo y lo paso tan mal que, cuando terminaron de rodar, exigió que la filmación se repitiese en un estudio cerrado, y así tuvieron que hacerlo. En definitiva, no fue lo que se entiende por un rodaje cómodo y agradable. De hecho, cuando se celebró la fiesta de despedida, Joan ni siquiera asistió, por miedo a que Bette la propinase un buen puñetazo. No hay que olvidar que Bette Davis aguantó a [bJoan porque estaba atada a un contrato y debía rodar ese film, pero tal vez la citada fiesta habría sido su oportunidad para despedirse de su enemiga con estilo. Se reencontraron al poco tiempo en una multitudinaria rueda de prensa que sirvió para presentar el film, y ahí sí que saltaron chispas. Bette señaló a Crawford y le dijo a los periodistas: "¡Mirad a esa zona! Su turbante hace juego con su blusa, que hace juego con la chaqueta, que hace juego con la falda, que hace juego con los zapatos y los guantes. ¡Mierda!". Y las entrevistas que concedieron cada una por su cuenta fueron explosivas: Joan dijo de su rival "Me robó algunas escenas, pero lo hizo pareciendo una parodia de si misma, mientras que yo sigo luciendo como una estrella".

"¿Qué fue de Baby Jane?" fue la última pincelada de grandeza en la carrera de Joan Crawford. Más adelante rodaría algunos films de Serie B que tenían su gracia pero no estaban a la altura de su leyenda (el mejor "Strait Jacket". de William Castle, en donde Joan ¡decapitaba a gente con un hacha!) y hubo un segundo intento de reunir a Crawford y a Davis en otra película. "Hush... Hush, Sweet Charlotte", pero Joan abandonó el proyecto a medias y se internó en un hospital simulando un ataque de agotamiento. El triste final le llegaría en 1977, a los 73 años de edad, víctima de un cáncer de estómago. Pero hasta el último día de su vida siguió respondiendo cartas de sus fans. Tal vez ya no le quedasen fuerzas para rodar más films, pero la actitud de estrella es lo último que se pierde, y ella, tal como comentaba Bette Davis, abandonó este mundo haciendo lo que mejor sabia: interpretar el papel de Joan Crawford.

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Publicado originalmente en http://www.blowmyeyes.com

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Vertigo
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Mensaje por Vertigo » Jue 01 Dic, 2005 16:31

Todo el estudio de la MGM pasó por su cama, con excepción de la perra Lassie
Sobre si lo hizo o no el propio león hay opiniones dispares

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kiedies
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Mensaje por kiedies » Jue 01 Dic, 2005 17:09

LLevo muchos años leyendo el popular 1 y esta seccion es imprescindible, ojala la publicaran todos los meses
Saludos
"Veritas et robitas super omnia"

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citovel
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Mensaje por citovel » Jue 01 Dic, 2005 18:27

y la peli esa que mencionas que duró hasta nuestros días... ¿anda por la mula? :twisted:
- esta máquina hará la mitad de su trabajo.
- ¡otia! ¡me llevo dos!

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spione
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Mensaje por spione » Mar 06 Dic, 2005 03:46

vaya parrafada homenajeándo a esta gran actriz de cascos muy ligeros :mrgreen:

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SolPolito
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Mensaje por SolPolito » Jue 23 Nov, 2006 20:41

:twisted: Lo leo mas tranquilo, otro dia. De esas publicaciones de popular sabeís si hay mas, por algún lado?

Muchas gracias.
No te dejes
Arriba los pobres de Honduras

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sentinela
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Mensaje por sentinela » Jue 23 Nov, 2006 21:33

SolPolito escribió::twisted: Lo leo mas tranquilo, otro dia. De esas publicaciones de popular sabeís si hay mas, por algún lado?
Tengo puestas por aqui unas cuantas, una como esta de Bette Davis:

viewtopic.php?t=42056&highlight=popular

Otra de los Los 50 personajes mas emblemáticos de la historia del cine:

viewtopic.php?t=30373&highlight=popular

Y en http://www.blowmyeyes.com una de peliculas de Zombies, de comics de Tintin y de musica como discografias de The Ramones, Tom Waits y Nine Inch Nails.

Tengo pendientes de escanear y publicar bastantes, por ejemplo en el Popular 1 de este mes viene una de Steve McQueen

Salut. Imagen

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kakuna
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Mensaje por kakuna » Jue 23 Nov, 2006 23:10

ah que bien! aqui tienes una lectora. Los nomejudas es lo lo que más echaba de menos no comprar el Popu ;)