Auge y caída de un cineasta
La carrera cinematográfica de Abel Ferrara es una de las más extrañas del cine americano. Empezó rodando cortometrajes experimentales en la escuela de cine. Su debut en el largometraje fue una película pornográfica (Nine Lives of a Wet Pussy). De ahí, pasó al cine de bajo presupuesto, de ascendencia trash, donde realizó dos películas demenciales: The Driller Killer y Ms. 45 (también conocida como Angel of Vengeance), donde se encontró con Zoë Tamerlis Lund, cantautora, modelo, escritora y actriz de culto, con la que luego escribiría el guión de Bad Lieutenant. Estas dos películas tratan sobre el delirio urbano, sobre dos personas hartas de un mundo de extrema violencia que deciden tomarse la justicia por su mano. Películas que ya dejan entrever el estilo de Ferrara. Violencia directa, ambientes oscuros y turbios, personajes de moral dudosa... Un mundo que puede parecer cercano al de Martin Scorsese, pero mientras el director de Taxi Driver siempre impone un discurso muy claro y calculado, una marca cinematográfica muy fuerte, Ferrara es explosivo e descontrolado, tanto que no sabes hasta qué punto los hallazgos en su cine son algo fortuito o algo reflexionado.
A lo largo de la década de los 80, Ferrara haría películas más cerca del sistema. Películas donde no abandona los ambientes y los temas que le han hecho famoso, pero dentro de unos márgenes industriales. Así salen Fear City y Cat Chaser, donde trabaja con estrellas de la época como Tom Berenger, Peter Weller, Melanie Griffith o Kelly McGillis. En estos films, Ferrara desarrolla un estilo más cercano a la novela pulp, donde se explota la cultura de bar, las relaciones criminales y la vida nocturna de la ciudad. Entre una y otra, rueda otro film personal, aunque más comercial que sus primeras películas, China Girl, un Romeo y Julieta entre italoamericanos e inmigrantes chinos, rodado en Little Italy y Chinatown.
Pero sería en los años 90 cuando Ferrara se convertiría en uno de los directores más aclamados del cine americano. En el díptico que forman The King of New York y Bad Lieutenant, Ferrara no solo recoge todos los temas e imágenes de su filmografía anterior, sino que los catapulta a una nueva dimensión. Y es que en estas películas explora de manera magistral la línea que separa la ley y el crimen, el bien y el mal, y, por supuesto, siendo Ferrara un cineasta de educación católica, también la virtud y el pecado. En la primera, un antiguo jefe del crimen de Nueva York (Christopher Walken) sale de la cárcel dispuesto a reconstruir su imperio. Pero su objetivo ya no es solo hacerse rico y someter a sus rivales, sino también crear un nuevo orden, donde el poder político corrupto sea destruido y él mismo pueda crear un mundo más justo. En Bad Lieutenant, Ferrara sigue a un policía corrupto, violento, jugador y drogadicto (Harvey Keitel) que tiene que investigar la violación de una monja. Pero la intriga no es lo importante, y sí el descenso a los infiernos de un hombre atormentado por sus excesos y sus dudas existenciales. De nuevo la ley puesta en cuestión. Para Ferrara, en el capitalismo sólo existe el caos.
El caos es lo que mueve el cine de Ferrara, por eso es tan difícil describir su forma de dirigir. Es única, pero al mismo tiempo imposible de describir. A propósito de esto, Martin Scorsese declararía: "Lo que más me seduce de Bad Lieutenant es el tema, y el estilo directo. Una escena, por ejemplo: Keitel esta con dos chicas, se oye la música. En el plano siguiente, está desnudo, como en trance. Luego, pasa directamente a otra escena. ¡No se necesita estilo cuando se tiene esto! Es tan fuerte que el estilo es inútil. Otro ejemplo: la escena en la que él se chuta con una chica, que es claramente yonki (nota: esa chica es Zoë Lund). No se necesita nada más. Si uno se atreve, hay que seguir al personaje hasta la noche. Ésta es para mi una de las mejores películas que se han hecho nunca sobre la redención... hasta dónde está uno dispuesto a descender para encontrarla".
Y ese es el estilo de Ferrara, ir en busca de las imágenes hasta sus últimas consecuencias, como demostraría en los años siguientes con tres nuevas obras maestras: Dangerous Game, sobre un director del cine (Harvey Keitel interpretando al propio Ferrara) que lleva sus convicciones hasta sus últimas consecuencias, tanto en el cine como en la vida; The Addiction, un moderno cuento de vampiros, los cuales son tan adictos a la sangre como al capitalismo, siendo este uno de los filmes más contraculturales del cine americano; y The Funeral, film de gángsters de época que renuncia a la mítica y al romanticismo para ofrecer un retrato terrible sobre la herencia, sobre un grupo de hermanos que sólo consiguen mostrar sus sentimientos mediante la violencia.
Cada película de Ferrara era una apuesta más alta que la anterior. Y su siguiente película, The Blackout no fue menos. En ella, Ferrara regresaba a Miami, ciudad protagonista de Cat Chaser, además de Miami Vice, serie de Michael Mann para la que dirigió un capítulo. Es una historia sobre Hollywood, sobre la adicción al sistema (dinero o drogas, es lo mismo para Ferrara) y sobre el hombre condenado, incapaz de redimirse, y que en sus intentos por levantarse, por cambiar las cosas, tropieza irremediablemente en la misma piedra. El film contaba además con dos estrellas femeninas, extrañas en el cine americano. Por un lado, la supermodelo alemana Claudia Schiffer en su primer papel protagonista. Y por otro, Béatrice Dalle, icónica actriz francesa de culto, que había trabajado con Marco Bellocchio, Claire Denis, Jacques Doillon o Jim Jarmusch. Matthew Modine (el recluta bufón de Full Metal Jackson) interpretaba al antihéroe. Y Dennis Hopper hacía un papel secundario. Además, Ferrara contó con su equipo habitual, formado por el músico Joe Delia, que creó una absorvente banda sonora llena de sonidos electrónicos, y el gran fotógrafo Ken Kelsch, uno de los grandes maestros de la nocturnidad urbana. El productor Edward R. Pressman, responsable de olvidables cintas de acción comerciales, pero también de muchos films de culto, volvía a trabajar con Ferrara tras Bad Lieutenant, apostando al máximo por esta película que tenía el morbo y el interés mediático asegurado gracias a la presencia de Claudia Schiffer.
El desprecio
La película se estrenó en el Festival de Cannes en una velada especial, con gran expectación, tanto crítica como mediática. La reacción fue pésima, la película recibió insultos y carcajadas, y Ferrara perdió su idilio con la crítica. Se trata de la película más esquiva del director. Para empezar, no sucede en Nueva York, espacio habitual y reconocible. Después, representa un mundo dominado por el mercado, por una nueva manera de hacer cine donde lo que importa es el impacto directo. El director, entre lo visionario y lo demente, que interpreta el gran Dennis Hopper, habla de que el cine ha muerto y que el video es el futuro, citas a Godard incluidas. Dice que los nuevos creadores deberán llamarse "vidiotas", monstruos de la luz, dedicados a experimentar con un nuevo lenguaje, nacido de un nuevo soporte. The Blackout no es un thriller, como se vendió, sino una cinta de autor sobre la manera en la que el hombre contemporáneo se relaciona con la imagen en movimiento. Un cine/video que se hace omnipresente con los nuevos soportes. Imágenes que se pueden reproducir indefinidamente.
Ferrara lleva esto al extremo, como hace siempre. Explosividad dramática. Un protagonista, de nuevo drogadicto, condenado a la tragedia. Enamorado de una mujer a la que humilla y a la que sólo puede volver a ver a través de una pantalla de televisión. Las imágenes de Matty (Matthew Modine) acariciando la pantalla en la que aparece el rostro de Marie (Béatrice Dalle) son memorables. De una desesperación total. Y si antes hablábamos de las citas a Godard, ahora podríamos recurrir a Truffaut: "prefiero el reflejo de la vida a la vida misma". Y de eso va esta gran película, de un mundo artificial, falso e hipócrita. El mundo de Hollywood, la fábrica de los sueños, convertido en un lugar de pesadilla.
En Le mépris de Godard, el protagonista era un individuo pasivo, observador de la realidad que nunca se entrometía. Un cinéfilo al que le maravillaban las imágenes, pero que siempre mantenía una distancia. Algo que finalmente lo alejaba de la mujer que amaba, exuberante y ardiente. Ferrara no se aleja mucho de la película de Godard, pero aquí a su protagonista le pasa todo lo contrario. En su desquiciada vida hollywoodiense, termina por confundir la realidad con la ficción, creyendo que realmente es la imagen que el cine proyecta de él, y que sólo comprende las cosas cuando se ve a sí mismo a través de una pantalla. Cuando es demasiado tarde.
Es, por tanto, la película donde Ferrara llevó más lejos su idea del fatalismo, incrustada en un arco dramático que aparece partido en dos. Fue el primer film donde Ferrara comenzó a erosionar la linealidad de sus historias. Dividida en dos partes bien diferenciadas, antes y después del blackout del título, la segunda no deja de ser una especie de resumen de la primera. Una toma de conciencia en el que el protagonista vuelve sobre sus pasos para entender qué cosas hizo mal, aunque al final todo desemboque en tragedia. Vendida como un drama, incluso como un thriller, The Blackout es un extraño y sugerente edificio modernista donde Ferrara reflexiona sobre el estatus de la imagen en el mundo contemporáneo, pero también sobre la continuidad de las historias y sobre la capacidad de la ficción para alcanzar la verdad. Algo que afectó a muchísimos cineastas en la década de los 90, por ejemplo el ya mencionado Jean-Luc Godard, que en su serie Histoire(s) du Cinéma reelabora la historia del siglo XX a través de la imagen filmada para preguntarse sobre la muerte y el futuro del cine. O Víctor Erice y su fantástica El sol del membrillo, otro film sin historia donde se cuestiona las posibilidades del cine y del arte para representar la realidad. Y Ferrara con The Blackout trata lo mismo, pero siempre desde su irrenunciable punto de vista, desde su esquivo y evanescente estilo visual. Este film muy posiblemente es la apoteósis de Ferrara, su cumbre como autor.